Por Pablo Soto.

Es así. La culpa fue mía.  Ya sé, vas a decir que no es hora de buscar culpables, incluso podes decir, filosóficamente, que el futbol no es terreno para culpas. Pero qué queres. Es así, vos Sampa, no tenés la culpa de nada.

Acá el único culpable fui yo. ¿Quién me mandó a ilusionarme, otra vez, con este equipo? ¿qué señales había para pensar que esta vez podía ser distinto? ¿qué cambió para que me vuelva a ilusionar  con Mascherano, Agüero, Di María, Higuain, Biglia, Banega? Por eso, Sampa, vos no sos el culpable. El único culpable soy yo.

Qué te voy a echar la culpa a vos de esperar que este grupo de jugadores que se autodenominaron “históricos” con el aval de cierta prensa obsecuente, hagan algo distinto a lo que hicieron toda su historia. ¿Tan boludo puede ser uno para ilusionarse con un grupo de jugadores que te quieren hacer creer que está bien festejar derrotas? No solo eso, nos quisieron hacer creer que  éramos injustos si no les agradecíamos por perder sistemáticamente partidos importantes.

Acá el único culpable fui yo. Si este grupo de jugadores no representaron nunca al futbol argentino. Sí, ya se, vos me vas a chicanear y me vas a preguntar, ¿qué es el futbol argentino? Sampa querido, hoy, después de haber visto bastante futbol, de ser futbolero, de jugar al futbol, amateur es cierto, pero jugador al fin, hoy te puedo decir que el futbol argentino es carácter. No técnica, no táctica, carácter. Eso define al futbol argentino, y este grupo de jugadores hace décadas traicionaron ese mandato. Nunca tuvieron carácter, y nos hicieron creer que eso no importaba, que con llegar a la final alcanza, no imp0orta si se pierde. Ni siquiera nos dejaron el derecho a enojarnos a putear, a patalear. Nos vaciaron de carácter.

Entonces, Sampa, la culpa la tuve yo, porque esto viene pasando hace mucho, no de ahora, no del papelón con Croacia (sí, Croacia) viene de cuando tiraban caños con Venezuela pero se cagaban contra Chile, de cuando se floreaban con Bolivia, pero temblaban con Uruguay, de cuando se agrandaban contra Irán pero se escondían con Holanda, de ahí viene todo esto. Y no lo quisimos creer cuando los vimos jugar contra la reserva de Ecuador. Mascherano entregando ese partido, jugando al trote, fue el símbolo, la síntesis de este grupo de jugadores. Y no lo quisimos ver, ilusos de nosotros. Pero no quiero hablar de un nosotros, quiero hablar de mí.

La culpa es mía, no tuya. Ni siquiera Sampa, cuando llegas y decís que vas a revolucionar todo, sí, usaste la palabra “revolución” tan cara a tanta gente, y no solo no revolucionaste nada sino que afirmaste el status quo. Pero quedate tranquilo, la culpa no es tuya. Es mía, si vi eso pero igual me ilusioné.

Y me ilusioné porque el fútbol es así. Te aparece una gambeta de Messi, una corajeada de Meza o Pérez, un quite de Otamendi y te ilusionás, porque así es el fútbol.  Y porque así somos los argentinos, un poco ilusos un poco crédulos. Y creés que va a estar todo bien, parece que tus ilusiones, tus nervios, tus ganas de gritar gol son justificadas. Pero no, porque son lo mismo de siempre. Fríos, temblorosos, aislados. Sin pedir la pelota, escondidos. Cagones. Y otra vez la pregunta que martilla el ánimo, cómo me ilusioné con este grupo de cagones. Y ojo Sampa, que no son cagones porque perdieron. Perder pierde cualquiera. Son cagones por el modo en que perdieron. Por la entrega, la claudicación, el abandono. Por perder sin carácter. Por ni siquiera expresar enojo, ya no tristeza. Y otra vez, el símbolo es Mascherano, el “soldado” dispuesto a morir, el tipo que supo construir una carrera a partir de la palabra y el verso (otro día podemos hablar de cómo estos jugadores son más creaciones discursivas que jugadores de fútbol)  es él que se queda pidiendo offsied en una jugada, parado, relajado, como si estuviera en el campito. Y ni siquiera, nosotros en el campito hubiésemos saltado a pelear la pelota, nunca hubiésemos esperado que el referi nos salve, no somos tan cagones.

Entonces Sampa, vos no tenés la culpa. Está bien vos armaste una lista sin carácter, o qué esperabas: que Dybala te salve?  Enzo Pérez que dejó la caipirñia a medio tomar en Brasil y se sumó y así y todo fue uno de los mejorcitos?  El pie Meza esperabas que te salve? Armaste una lista de palabras no de jugadores. Pero aun así, no te culpo, ¿qué otra cosa podías hacer? ¿Sostener tu idea y no traicionarte? A esta altura es mucho pedirte. Vos también sos una víctima de este grupo de jugadores. Como las ilusiones de los futboleros. Es cierto, habrá alguno que diga que hay que seguir alentando pero yo me pregunto qué razones había para empezar a alentar.

Esta desilusión no es tu culpa. Es la mía. Yo cargo con el peso de haber decidido confiar en estos jugadores que alguna vez me quisieron hacer creer que perder era festejable. La tristeza que tengo es por el fútbol, porque el fútbol es lindo. El futbol es un juego hermoso, placentero diría. Uno de los pocos, por no decir el único, ámbito dónde las diferencias unen: un Otamendi necesita de un Messi y viceversa. El futbol es lindo. Y mi tristeza es esa, no poder disfrutar del futbol con estos tipos.  Ver cómo estos tipos se cagan en todos los códigos del fútbol. O no eso lo que hace Agüero cuando sale del vestuario y dice lo que dice de vos Sampa.

Pero la culpa es mía. Y te estoy diciendo esto, y seguro que el partido con Nigeria voy a estar ahí mirando y esperando el gol.  Pero si no pasamos, el dolor no va a ser por tu culpa, va ser por mi. Porque el fútbol tiene eso, te da la oportunidad de creer, de ilusionarte, y eso, es lindo. Creer es lindo, creer en otro es lindo. Y aún cuando estos tipos sean una máquina inventada para aniquilar la capacidad humana de creer en que todo puede mejorar, aún cuando eso lo sepa, voy a creer igual.  Aunque estos jugadores te pateen las ilusiones. En tiempos como los de hoy, creer, ilusionarte, es una forma de resistencia.  Algo de lo que los Mascherano, los Agüero, los Di María no conocen nada.

Vos tranquilo Sampa, hacé lo tuyo. Que tus claudicaciones y tus traiciones no son las culpables de mi desilusión. Tampoco lo son estos jugadores. Yo soy el culpable y mi emperrada manía de creer que se puede vivir, jugar bien o dejar la piel en el intento.