Raúl Yauco y su hijo Gustavo este año se hicieron cargo de una escuela de fútbol infantil. Tres nenes comenzaron a asistir y de un día para el otro dejaron de ir. Cuando los entrenadores fueron a verlos a la casa descubrieron una dura realidad. De inmediato comenzaron una campaña para poder ayudarlos.

La historia se conoció en las redes sociales donde Raúl Yauco contó lo que estaba sucediendo en pleno corazón del barrio José Fuchs. Allí una mujer con siete hijos vive en condiciones precarias, sin piso ni luz ni gas ni cloacas. Ahora tendrán una solución gracias al fútbol.

Según contó Raúl en la red social Facebook, a principio de este año su hijo se hizo cargo de la Escuela de Fútbol Infantil que depende de la Asociación Vecinal y le pidió que lo acompañe. Juntos iniciaron un trabajo a pulmón con el deseo “de dar una mano”. Primero comenzaron dos horas de lunes a jueves y luego pasaron a cuatro horas, ya que más de 100 chicos se sumaron al espacio.

En una de esas tardes de fútbol llegaron dos hermanitos que eran muy “tímidos y muy educados”. A los profesores les llamó la atención su habilidad. Eran potrero puro y luego se sumó su hermanita.

A los chicos siempre los veían jugando en la calle y la rompían. Sin embargo, de un día para otro desaparecieron. Preocupados los profesores fueron a ver qué sucedía y se encontraron con un duro escenario: no tienen gas en una época muy fría del año, y viven en una casa muy precaria con baño afuera, cables eléctricos sueltos y una pequeña cocina y dos habitaciones con piso de tierra.

Según contó Raúl, la mamá de los chicos vive de su trabajo y un subsidio, pero no alcanza. Ante este escenario Raúl y Gustavo decidieron actuar. Se llevaron a los tres pequeños a su casa e iniciaron una campaña para ayudarlos.

Una vez que se hizo público se acercó gente de la Municipalidad y vecinos, y finalmente la familia recibió ayuda. Este viernes les donaron materiales para acondicionar la cloaca, la red eléctrica y el baño. Además les hicieron carpetas en las habitaciones y les donaron desde frazadas hasta una heladera.

Raúl agradeció en nombre suyo pero también en nombre de la madre. Es que el fútbol, la solidaridad y las ganas pudieron más y la vida de estos chiquitos y sus hermanitos ya está cambiando.