El exjugador de Argentinos Juniors que se formó en la CAI habló desde el penal de San Rafael donde se encuentra cumpliendo condena por el crimen de Joan Villegas. Cabral explicó cómo es su vida dentro de la cárcel y contó que continúa entrenándose, que lo visitan sus excompañeros y se refirió a su etapa en Comodoro Rivadavia.

Luciano Cabral era sin dudas una de las promesas más grandes de la CAI de la categoría ’95. El mendocino llegó a muy corta edad a Comodoro y pudo debutar en la B Nacional con 16 años. En el 2010 dejó el “Azurro” e ingresó en las categorías menores River, donde estuvo solo unos meses antes de pasar a Argentinos Juniors y compartir equipo con Juan Román Riquelme.

Fue Claudio Borghi el técnico que lo puso por primera vez en el equipo de Primera. En el momento en el que fue detenido, el Athletico Paranaense había confirmado al equipo de La Paternal que haría uso de la opción de 1,5 millón de euros para quedarse con el jugador.

El 4 de junio del 2018 el volante fue condenado a nueve años y medio de cárcel por el crimen de Joan Villegas, ocurrido en General Alvear, Mendoza. El jugador, habló hace pocos días desde el penal de San Rafael con el diario El Mercurio y explicó cómo es su vida privado de la libertad.

“Todos los días me levanto temprano. A las siete de la mañana abren la habitación y quedamos en el pabellón con las puertas abiertas. A las ocho vamos a desayunar, después leo la Biblia y salgo a tomar unos mates con los muchachos que están levantados. Más tarde salgo a  hacer “fajina”: estoy en una oficina tratando de limpiar, colaborar y entrenar la mente un poco. A las 16 horas vuelvo al pabellón, hago una o dos horas de gimnasia, me baño y quedo listo para una reunión que hacemos todos los días en la que oramos. A las siete nos vuelven a encerrar”, comenzó relatando.

Las visitas son los miércoles de 11 a 17 horas. Vienen mi señora, mi nena de tres años, tios,  primos y amigos. Hace poco estuvieron mis compañeros de Argentinos Juniors con quienes comparti muchos momentos. Tuve la bendición de recibirlos acá y tener una mañana diferente jugando al futbol y charlando con los muchachos del pabellón”, explicó.

Hace dos meses, el futbolista de Genoa de Italia, Esteban Rolón, pasó por San Rafael y jugó al fútbol en la cárcel con Luciano Cabral, su amigo y ex compañero en Argentino Junior. También lo visitaron jugadores como Lucas Chaves, Juan Ignacio Méndez, Francis Mac Allister y Kevin Mac Allister.

Luciano además contó que “los martes de 18 a 19 horas limpiamos el patio para recibir a las visitas. Lo hacemos rápido y después jugamos al futbol. Igual me mantengo entrenador, tengo algunos materiales, conos y tapitas. Lo que más extraño es estar en la cancha haciendo lo que más me gusta, disfrutando con mis compañeros todas las semanas y quedarnos a tomar mate”.

En la entrevista también hubo tiempo para un recuerdo de su paso por la Comisión de Actividades Infantiles: “A los 12 años me vio un coordinador de la CAI y me fui a Comodoro Rivadavia. Me encontré con la ciudad del viento y con personas que me ayudaron a formar mi personalidad. Me fui tratando de cambiar de vida, de entorno y de amistades. Fue difícil pero pude lograr lo que quería: llegar a Primera”.

EL CASO

La noche del 31 de diciembre de 2016 y la madrugada siguiente del nuevo año marcará para siempre la vida de Luciano Cabral. El jugador, que estaba prestado en el Athletico Paranaense desde junio, aprovechó las habituales vacaciones navideñas para regresar el 22 de diciembre a San Rafael con el motivo de pasar las fiestas con su familia y con la de su esposa. Pero todo se truncó en las primeras horas de 2017 cuando Joan Ariel Villegas, un conocido murguero barrial, fue encontrado muerto en plena calle producto de unos golpes mortales en la cabeza.

Un testigo presencial relató que a Villegas lo corrieron unas cuadras hasta que lo agarraron y lo remataron pegándole en la cabeza con un trozo del cordón de la calle. Horas después se detuvo a José, padre del jugador, a Axel Olguín, primo, y a un menor. Un testigo presencial relató que en el lugar de los hechos también estaba Luciano, aunque este siempre lo negó. Pero unas manchas de sangre encontradas en sus zapatillas y que pertenecían a la víctima, lo incriminaron directamente en el lugar de los hechos.

No hubo defensa alguna que pudiera mediar ante la sentencia que se podía avecinar. El propio padre se involucró directamente como el autor material del asesinato para exculpar a su hijo, pero la sentencia no dejó dudas de que la realidad de aquella noche fue distinta. Al padre le cayeron 18 años de prisión; al jugador, nueve años y medio; y ocho al primo. El futbolista fue acusado y sentenciado por homicidio simple