Ángel Di María se tomó unos minutos para dar una entrevista a poco más de seis meses de la consagración de la Selección argentina en el Mundial de Qatar.

En diálogo con el programa “Llave a la eternidad” de la TV Pública, el Fideo se confesó y brindó detalles de su lesión en Doha, así como también del momento cuándo hizo el “clic psicológico” en su carrera. 

“No lo podía creer. Contra México sentí un pichazo chiquito, como un calambre en el cuádriceps. Pensé que lo mejor era parar y le pedí el cambio a Scaloni. El estudio marcó una cicatriz vieja. El dolor me impedía frenar y arrancar, que es lo que más hago. Psicológicamente me mató porque estaba bien. Apenas sentí el pinchazo dije ‘no, otra vez no, no puede ser’, pero traté de estar positivo, pensar que era algo chiquito e iba a poder estar”, contó.

Sin embargo y tras darse el alta “casi solo”, admitió que más allá de haberse consagrado campeón, aún tiene una espina vinculada a sus antiguos compañeros de Selección.

Me quedó la espina de no haber podido lograrlo con los otros chicos. Masche, Pipa, Kun, Lucas, Pocho, era un grupo hermoso y se lo merecían. Cuando disfruté y canté y tuve la copa en la mano me acordé de ellos”, reveló el campeón del mundo.

Por otro lado, recordó la charla del capitán, Lionel Messi, antes de jugar la final ante Francia: “Leo dijo menos cosas que en la final de la Copa América, pero se me cayeron un par de lágrimas. No de los nervios, sino del momento que estás viviendo. Vivir eso es lo más lindo que le puede pasar a un jugador de fútbol”.

Además, habló de la alegría que sintió cuando el DT, Lionel Scaloni, le dijo que iba a ser titular: “Cuando vi que jugaba se me puso la piel de gallina porque dije ‘es esta, es esta, es esta’. Esa sensación de verme en el equipo era lo que deseaba desde hacía ocho años. No me quería perder otra final, fue mi mayor dolor en el fútbol. Quería jugarla, pero si en una final del mundo si no estás al cien, no ayudás a tus compañeros”.

 “En los penales veía doble de los nervios, se me habían bajado las persianas de cómo estaba. Era demasiada la tensión. Porque la teníamos ahí y de la nada se nos fue, la volvimos a tener y se nos iba. Tenía confianza en los compañeros y Dibu, pero con los penales empiezan los nervios y la ansiedad. Cuando Montiel iba corriendo en el penal se me desvanecían las piernas. Cuando hizo el gol me tiré al piso. Ahí cambiaron nuestras vidas para siempre. Después de ese gol ya éramos eternos”, cerró.