Goles son amores (y desamores)
Tiene que cruzar la calle para ir a jugar al club que lo retroalimenta, donde, a pesar de tener en el lomo más de 10 años jugando al fútbol, encontró la felicidad. Con esa camiseta, este año superó los 100 festejos, las 100 alegrías. De goles, frustraciones, experiencias y demás habló, con una lágrima y un cortado, Maximiiano Hauros con Pasta de Campeón.
Por Facundo Paredes | Fotos: Carlos Álvarez
Indudablemente, el arco siempre fue su objetivo. Lo defendió como a un amigo y lo atacó como a un enemigo. Las dos caras de la moneda. Los dos extremos de la cancha. Ni la defensa ni el mediocampo. El gris no existe para Maximiliano Hauros, el bombardero que revive a Stella Maris desde principios de 2018.
En un fútbol -¿moderno?- donde el que estudia al rival tiene más “rédito” intelectual, Hauros prioriza examinarse a sí mismo. Conocer al oponente no es un desperdicio, al contrario, sabés cuál es el punto débil y cuál es la mejor arma: evitar el efecto sorpresa. Pero... ¿no es de igual o mayor importancia saber cuáles son tus virtudes y defectos? O mejor dicho, ¿se pueden ignorar tus propias virtudes y propios defectos?
El goleador del rojo y negro admite que su juego no es vistoso. Tampoco quiere forzarlo al gusto del público. Pero conoce con lujo de detalle cuánto puede dar, cuánto puede correr, cuánto puede marcar y cuánto puede esperar. Y que una, aunque sea la última jugada, le va a quedar. Su atrincheramiento dentro del área (y a veces fuera, como en el caso de su primer gol en primera división) le dio más de 100 alegrías. El resto de los equipos está al tanto de su estilo, de su virtud y defecto. No son ingenuos, pero siempre terminan siendo víctimas de sus goles. Es tan así (para que vean que este periodista no exagera) que los siete equipos que enfrentaron a Stella Maris en el Torneo Inicial C 2019 sufrieron un grito de festejo de Maximiliano Hauros, el victimario. Todos los partidos son distintos, aunque tengan los mismos protagonistas. Lo lindo del fútbol.
¿Dónde fueron tus inicios con la pelota?
-En el 2001, la mayoría que ahora estamos en Stella Maris fuimos a Nueva Generación. Nos íbamos caminando hasta la Abel Amaya o, a veces, el “Chueco” pasaba a buscar a cada uno en su casa y nos acarreaba en la camioneta.
¿Y siempre de 9?
-¡No! Arranqué como arquero -risas-. Fui al arco en Nueva Generación, en la CAI y en Portugués, hasta que un día me dijeron que en la séptima de “Portu” sobraban arqueros, entonces me probaron de 9. Antes había quinta y sexta, por eso después seguí jugando de arquero en quinta y de 9 en sexta. Y en primera me llamaron de 9, porque faltaba un jugador...
Y en tu debut hiciste un gol...
-Claro, contra Palazzo. El tema fue así. Ese día fui a la cancha a la mañana y el director técnico (Fabián Barrera) me dijo que no había nadie, me preguntó si me quería quedar y también si era arquero o jugador. Yo le respondí que me gustaba más jugar que atajar y me dijo que justo le faltaba un delantero. La cosa es que entré y recuerdo que tuve tres pelotazos que la tiré a la mierda, hasta que me tiraron un centro, la paro de pecho en 3/4 de cancha, le pego un bombazo y la clavo al ángulo. Ganamos 1 a 0 con ese gol, ja. Me acuerdo de memoria que en el diario salió “la bomba de Hauros”. Nunca pude recuperar esa nota.
A partir de ahí, ya seguiste adelante, ¿no?
-Si si, ahí ya arranqué mi carrera como delantero.
¿Volviste a atajar en otra ocasión?
-Sí, contra Saavedra. Yo seguía en Portugués. El arquero se lesionó en el primer tiempo y me metí. Bueno... sin ir más lejos, el otro día también iba a atajar, contra San Martín, que íbamos perdiendo 2 a 0, se lesionó Cerrudo y no teníamos arquero suplente. Él me dijo que aguantaba, así que seguimos. Lindo partido ese, lo alcanzamos a dormir, porque ellos entraron muy confiados en el segundo tiempo. (Stella Maris lo dio vuelta 5 a 2 y Hauros convirtió un gol).
Luego de Portugués diste el salto a Jorge Newbery. ¿Cómo fue aquella experiencia?
-Jugué medio año, el arreglo fue que Portugués me dejaba jugar sólo por el Torneo Argentino C. Cuando terminó el campeonato, -Gustavo- Echaniz (entrenador) me dijo: “Yo quiero que te quedes, te elegí a vos porque tenés un ojete para hacer goles. No sos buen jugador con el pie, pero la pelota te pega en el culo y entra”. El tipo sabía (entre risas), me fue directo y de frente. Él me llamó después de un amistoso entre Portugués y Newbery. Quise arreglar con Portugués y me puso una traba, por eso no pude continuar en el “Lobo” y me fui, al otro año, a Laprida.
Pasaste por varios clubes de zona norte...
-Laprida estaba en la A. Es un lindo club de barrio, salí goleador, pero nos fuimos al descenso. No tuve una buena experiencia, porque para colmo nos fuimos últimos. Al otro año me fui a USMA, donde también descendimos y encima jugamos la promoción contra Portugués. En la ida empatamos 1-1 y yo hice el gol, y en la vuelta perdimos 2-1 y también hice el gol. Así que descendí dos veces -ríe-.
¿Hay diferencia entre una categoría y otra? Y si es que la hay, ¿en qué aspectos específicamente?
-De ritmo y tiempo de juego. Desde afuera no se nota tanto, pero en la mente del jugador sí. El jugador de la A te controla y te juega, mientras que al de la B y C le pica, le pica, le pica, te controla y te juega. El futbolista del ascenso tiene que controlar dos o tres veces la pelota. Otra tema que me costó a mí personalmente fue jugar en equipos que no estaban acostumbrados a tener un 9 de área. Por ejemplo, en Laprida y en USMA desbordaban y volvían para atrás, y yo ya quedaba pasado. Pero no es mala idea, es distinta, porque intentaban entrar jugando. En Portugués armaban el equipo para que tiren el centro y me rebote donde me tenía que rebotar y entre la pelota. Y lo qué pasa también es que ahora no hay tantos 9 de área. Lo tenés al “Tanque” Arismendi (San Martín) y a Fernando Calculef (Diadema), ya estamos viejos.
¿Y con respecto al sacrificio del jugador del ascenso? ¿Cómo lo transitas? En el sentido de trabajo, familia, horarios, entre otras cuestiones.
-Acá en Comodoro, laburás todo el año y sabés que a las 20 horas tenés que estar en la cancha entrenando. Pasa el verano y el 4 o 5 de enero ya te tenés que empezar a prepararte. Demanda mucho tiempo de familia y eso es lo que más se sufre. Yo tengo que ir a buscar a mi nene después de trabajar, pasar un ratito con mi señora, tomar unos mates y ya salir para la cancha. Es re difícil. Mi nene Benjamín tiene 7 años ya y me sigue a todos lados, me entiende, pero mi señora no y tiene razón, porque los fines de semanas te la pasás en las canchas.
Este año superaste los 100 goles y quedaste en la historia del fútbol comodorense, ya que muy pocos tienen ese logro. ¿Cuál fue el gol más lindo y el que más gritaste?
-Sí, me costó un montón contarlos. Tengo un mini álbum que me lo iban siguiendo mis novias, yo no le daba mucha importancia. Ahora me lo está siguiendo mi mamá -ríe-. El gol más lindo fue contra Talleres, el año pasado. Venía la pelota larga y yo la agarré de empalme, estaba atajando el “Chino” Paredes, un histórico arquero, y la clavé en un ángulo. Fue terrible golazo. Y el que más grité fue en un clásico Ciudadela - Palazzo. Íbamos perdiendo 1 a 0 y me anularon un gol que fue lícito, está la filmación. Después, nos echaron a uno y ya estaba picado el partido. En la última jugada, Loncón la pelea, tira un centro y yo la cabeceo. Tenía a mi nene y a mi señora en la tribuna, ellos son re gauchos. Así que por eso fue muy especial.
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Stella Maris fue un gran protagonista de la liga de barrios en los primeros pasos del siglo XXI. A principios de 2018 se confirmó su participación a la Liga de Fútbol de Comodoro Rivadavia. Stella ya tiene tres campeonatos oficiales (Inicial y Final 2018 e Inicial 2019, más el Final 2019, que se está llevando a cabo) y, en dos de sus tres participaciones, sacó al goleador de ambos certámenes. ¿Adivinaron de quién se trata?
Si bien tuviste un recorrido por el fútbol comodorense por más de 10 años, ¿crees que en este Stella Maris es donde te sentís más cómodo?
-Me siento feliz. Mientras jugaba para otros clubes, yo estaba esperando que Stella entre a la liga oficial de una buena vez por todas, porque siempre se amagaba y no, no, no. Yo sabía que teníamos un equipo interno en el barrio que es garra, huevo y corazón. Salimos todos tajeados, pero con la tranquilidad de que dejamos todo en la cancha. Amamos la camiseta, nacimos ahí, por eso tenemos un plus que el resto no.
¿Qué cambió en el equipo de la primera mitad del año a esta última?
-Maduramos, nos sacamos la pelusa que tiene Stella Maris de liga de barrio. Ya no respetamos a los otros equipos, vimos que podíamos enfrentar a cualquiera. Le podemos jugar de igual a igual a Nueva Generación, que es un equipo que juega a dos o tres toques y tiene el tiempo de primera, ellos siempre se caracterizaron por jugar la pelota al ras del piso. El otro día tuvimos un amistoso con Newbery en nuestra cancha y no nos pasó por encima, sabiendo los jugadores que tienen, que son de un Torneo Regional. Nos ganaron, pero no se vio mucha diferencia. Equiparamos por la tierra, pero si jugamos en su cancha es otra cosa, el primer tiempo lo podremos aguantar, pero en el segundo nos meten 10.
La experiencia de Hauros no es en vano. Cuando siente que lo quieren retirar, le despierta por dentro el odio de los goles que les convertían cuando era chico y retruca que le da para más. Los desafíos están, después uno elige si los acepta. Nunca fue un desperdicio conocerse a uno mismo. Ni tampoco saber cómo juega el rival. Por eso, Hauros no se esconde, sigue viviendo en su barrio y continúa jugando en frente de su casa, porque, al fin y al cabo, gritará más goles, tendrá más amores y, por supuesto, padecerá desamores.
Archivo / Video: Diario Crónica / Comodoro de Primera