Corría la década del 40 y una familia comodorense le rendía tributo a Boca Juniors con un bar que llevaba el nombre del Xeneize. El lugar fue clausurado por infracción a la ley de juegos. Sin embargo, nadie sabía que una integrante de esa familia había ayudado a fundar el club de la Ribera.

Seguramente sus descendientes vivan aún en Comodoro Rivadavia, seguramente ellos conocerán la historia por boca de sus familiares, y quizás hasta sean hinchas de Boca Juniors.

Cuenta la historia que en la década del 40, en Comodoro Rivadavia, hubo un bar que le rendía tribuno al Xeneize, llevando su nombre. El local funcionaba en Pellegrini 885, hasta que en 1994 fue clausurado por orden del comisionado Ángel Solari.

La resolución acusaba al propietario, Salvador Vilardo, de “fomentar y explotar el juego por dinero, además de presentar antecedentes judiciales por tres procesos por infracción a la Ley de juegos, uno por lesiones y otro por desacato”. Sin embargo, detrás del bar se escondía una rica historia de los inicios del Xeneize.

Isabel Anselmi de Vilardo, la esposa del propietario, había ayudado a fundar el club de la Ribera. En 1905 Isabel vivía en La Boca, cerca de la esquina de Ministro Brin y Benito Pérez Galdós. Allí un día cualquiera decidió colaborar con una causa; la compra de una pelota, sin saber que se convertiría en el primer balón del club que hoy dirige Gustavo Alfaro.

Una encomienda con una foto y un fútbol que recibió en 1930 le dieron veracidad a la historia. En la foto se ve a sus hijos, Angel y Santiago, posando con dos crack de la época, y en la pelota la firma de Varallo, Cherro, Evaristo, Kuko, Tesorieri, entre otros jugadores que por entonces defendían los colores del Xeneize.

Un escrito acompañaba la encomienda con una sencilla dedicatoria. “A doña Isabel Anselmi de Vilardo, la mujer que donó 20 centavos destinados a golosinas para comprar la primera pelota del club Boca Juniors”.

Así Isabel terminó quedando en la historia fundacional de Boca Juniors, trayendo luego su pasión a estas tierras, como atestiguó en diciembre de 1943 el desaparecido diario El Rivadavia.