Sol Muruchi tiene solo 10 años, vive en el barrio Las Américas, y en agosto representará a Argentina en la Copa Mundial de Ajedrez, certamen que se disputará en forma virtual por la pandemia vigente.

La pequeña este lunes dialogó con ADNSUR, contó sus sensaciones por participar de este torneo y junto a su padre, Hernán, y su hermano, Adrián, recordó cómo comenzó en la disciplina, aquella que la llevó a jugar con piezas de chapa, y buscar conexión entre durmientes para poder terminar una partida. “Al principio no me gustó”, confiesa Sol Ángeles Muruchi, la nena que representará a Chubut en la Copa Mundial del Ajedrez, siendo la primera mujer de la ciudad en alcanzar este logro.

Sol tiene solo 10 años, y es una joven promesa del “Mundo del Ajedrez”, escuela que funciona en Kennedy, casi Estados Unidos, donde decenas de chicos aprenden a jugar la disciplina de “Gambito de Dama”, la miniserie de Netflix que la rompió en este 2021.

Recientemente se confirmó que la pequeña participará del Mundial y para el entorno del tablero es toda una novedad. También para Sol y su familia, aquellos con los que comenzó a transitar este camino de torres, peones y reyes.

Cuenta Sol que al principio no le gustó la disciplina. Sin embargo, una vez que comenzó no paró y hoy crece a pasos agigantados.

Mientras ella cuenta su historia, Adrián (12) juega una partida online en la clase del profesor particular que cada tarde les enseña el juego; el árbitro internacional Alejandro Hutt. Su padre, Hernán (40), en tanto, escucha atento; quiere que los chicos sean los protagonistas y no él. Sin embargo, para hablar del ajedrez en la casa de los Muruchi es necesario contar su historia.

Es que mucho tiempo antes de que Adrián y Sol nacieran, Hernán ya movía fichas del tablero de 64 casillas. En Santa Cruz de la Sierra, su Bolivia natal, aprendió el juego cuando tenía unos 14 años y cursaba sus últimos años de secundaria.

Todavía faltaban unos años para que venga a Comodoro Rivadavia, y con amigos y compañeros jugaba el juego de reyes y reinas, “a lo bruto”, sin aperturas, medio juego, ni finales.

Por cosas del tiempo, el tablero se fue alejando de la vida de Hernán. Sus obligaciones laborales y en la carrera de Ingeniería Civil, de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, hicieron que todas sus energías se abocaran al progreso. En definitiva era para lo que había dejado su país.

Finalmente, Hernán no terminó la carrera en la universidad de kilómetro 4, pero continuó ligado a lo que le gustaba y se terminó recibiendo de Maestro Mayor de obra en el Colegio Santo Domingo Savio.

Mientras estudiaba y trabajaba, cada tanto él volvía a sus pagos a visitar a sus familiares, y en esos viajes nació el amor con Hilcia, su señora, quien después se radicó en Comodoro Rivadavia. Así nacieron Adrián y Sol.

UNA PASIÓN DE SANGRE

Cuenta Hernán, que al igual que él su hijo mayor descubrió el ajedrez en la escuela, y sumergió a toda familia en esta pasión. “Un día los chicos tenían que llevar un juego a la escuela, y un niño llevó un juego de ajedrez. Él no sabía jugar, pero le llamó la atención, y cuando llegó a casa me pidió uno. Me obligó a ir a comprarle uno que vimos en un supermercado. Era chiquito muy diferente a los tableros profesionales”, recuerda el padre, entre risas.

Por ese entonces, Adrián tenía 7 años y Hernán le enseñó lo poco que sabía, pero él quería más y encontraron El Mundo del Ajedrez. Los chicos comenzaron a asistir a las clases de principiante. Adrián estaba entusiasmado y cada vez aprendía más. Pero Sol no quería saber nada.

“Ella se resistía”, recuerda Hernán a la distancia. “Iba al club porque iba su hermano, pero estaba en su mundo, y no la obligabamos tampoco. Me acuerdo que su profe le decía que jueguen, pero ella decía que ‘no, que era aburrido’. Todos se reían, y así estuvo un año”.

Como cuenta Sol, el ver ganar a su hermano la llevó a querer aprender. Así se fue metiendo poco a poco en el juego, jugando incluso en el barrio con otros chicos en tableros de suelo y chapitas, y la disciplina se volvió algo familiar.

A lo largo de estos últimos tres años, los chicos han participaron de diferentes torneos, no solo locales, sino también provinciales, nacionales y hasta un Sudamericano.

Los caballos y alfiles los han llevado por diferentes lugares, desde Trelew a Buenos Aires, pasando por Mendoza, Puerto Madryn y Puerto Deseado.

Son muchos los torneos en lo que ha participado y que han ganado. Sin embargo, el Sudamericano de diciembre de 2019 para ellos tiene un gusto diferente. Allí, Adrián empató con el campeón nacional y Sol consiguió su ranking Elo al vencer a una nena de Brasil.

En uno de esos torneos, precisamente conocieron a quien es su profesor particular, Alejandro Hutt. Con él complementan la preparación que realizan a semana a semana en el Mundo del Ajedrez junto a Maxi Aguinaga y Andrés Aguilar, el mayor referente de la disciplina en la provincia.

“Me apoyan mucho”, dice Sol sobre sus profesores al ser consultada, y repite lo mismo cuando le preguntó qué le dice su padre, pero esta vez con una tierna sonrisa en el rostro, mientras lo mira.

Hernán admite entre risas que con el paso del tiempo y el avance de sus hijos se dio cuenta que no sabe nada de ajedrez. Se nota que lo disfruta, quizás por eso, en plena pandemia, terminó de construirles una pequeña habitación que funciona como aula.

Allí, a pocos metros de la casa principal, donde era el único lugar donde podían tener acceso a internet ellos tiene su espacio, con todos los libros que leen y lo que necesitan para practicar día a día, muy diferente a lo que sucedía unos años antes en que tenían que taparse con mantas, entre durmientes y obra, para poder terminar una partida sin que se cayera la conexión.

Sol asegura que pasan muchas horas de su día en esa pequeña habitación.

Realmente se los ve contentos y entusiasmados, por esta pasión que practican juntos, pero que también los hace competir entre ellos. A fin de cuentas así empezó todo para Sol, quien no duda en afirma lo que significa para ella el juego.

Al escucharla su padre no puede ocultar su orgullo, pero más allá de los resultados, principalmente por lo que les enseña el juego y el entrenamiento. Es que como dice, "ellos entienden que para tener un buen nivel no basta con saber mover las piezas, si o si tenés que tener un conocimiento teórico y eso no lo encontrás en Youtube. Por eso me da alegría lo que ellos hacen, pero también que ellos se den cuenta que estudiando van a ver logros. Estudiando se puede ganar”.

Y vaya que tiene razón. Cuando el era adolescente dejó su país para poder estudiar. A costas de sacrificio y trabajo logró graduarse, y hoy puede acompañar a sus hijos en esta disciplina, enseñándoles algo muy valioso, como dice, mientras Sol se prepara para mover la primera ficha, "una forma de mantenerlos ocupados con algo que los hace pensar y le hace abrir la cabeza". La partida comenzó.