Jugó en Calafate RC, fue pionero del Jiu Jitsu y hoy pelea contra un cáncer terminal desde hace dos años
Pablo Gallardo empezó a jugar rugby por un amigo de toda la vida (Jorge Bustos), que lo llevó a Calafate cuando era un adolescente. Años después también fue uno de los propulsores del arribo del Jiu Jitsu a Comodoro. A su vez, fue bombero voluntario por mucho tiempo. A finales de 2017, la vida lo sorprendió con un inesperado cáncer que le cambió la visión sobre todo.
"Acercarme al rugby fue lo mejor que me pudo haber pasado en aquel momento, porque venía de la pérdida de mi madre. Era algo introvertido y haber empezado a jugar me dio mucha contención. También me ayudó a forjar mi carácter y mi manera de desenvolverme. Las artes marciales siempre me gustaron. Aprendí cómo desarrollarme como persona con Daniel Lee en el Tae Kwon Do y del Jiu Jitsu me enamoré cuando comencé a entrenar", comenzó contando Pablo Gallardo sobre sus conexiones con el deporte.
Luego de recibirse de Técnico en Higiene y Seguridad Laboral, Gallardo comenzó a trabajar como inspector en obras eléctricas para PAE y tomó la decisión de armar un gimnasio en un local que le habían dejado sus padres. Así, abrió el Ronin Dojo Gym que hoy continúa trabajando Pablo Rúa. Tan solo unos meses después, sintió molestias en el lado derecho de la cara. Era fines de septiembre del 2017.
Sobre ese momento, el ex rugbier de Calafate, recordó: "en noviembre me diagnosticaron cáncer y en diciembre me dicen que es terminal. Los oncólogos me recomendaron priorizar la calidad de vida y si los tratamientos con quimioterapia salían bien, tenía aproximadamente de 3 meses a un año de vida. Ahí tomé la decisión de irme a Capital Federal. Cuando llegué pasé por varios hospitales. Me hice diagnósticos por imágenes y todos coincidían en que no tenía cura. Empecé con terapias alternativas e inmunológicas. Alquilé el gimnasio allá y empezó mi proceso".
Algunos de los integrantes del club de KM. 3 antes de que parta a Buenos Aires, decidieron hacerle un partido en su honor para brindarle energía para lo que se venía: "Nos agarró de sorpresa a todos porque yo me veía saludable. Las chicas de hockey y mis compañeros de rugby me dieron un apoyo muy grande. Me hicieron un partido homenaje. Ellos quisieron tener ese gesto conmigo porque el pronóstico era desalentador. Era un homenaje en vida. Me sentía Maradona (risas). Jugué un tiempito, pero mi cuerpo ya estaba complicado con las quimios".
El año siguiente fue de los más complicados. La asimilación y comienzo de todo. "El 2018 fue muy duro, pero tuve la fortuna de que respondí bien al punto de que ingresé en el 2019 a los Bomberos Voluntarios de San Telmo - Puerto Madero. Ya había estado diecisiete años como voluntario en Comodoro. Ese año incluso entrené en un equipo de rugby en Buenos Aires y también rendí la graduación de faixa de Jiu-jitsu", añadió.
Desde que le dijeron que su cáncer no tenía cura la vida de Pablo es día a día. No hay proyecciones de viaje, ni planes en un futuro lejano. Como el verso de la canción de Lito Nebbia: "Sólo se trata de vivir".
Él en plena conciencia lo sabe, enfrenta con un valor admirable, y admite: "lamentablemente esta enfermedad es impredecible. El 2019 fue bueno, aunque me sometí a dos cirugías. El pronóstico era bueno, pero para a fin de año tuve una recaída muy agresiva. Me tuve que someter a esquemas altos de quimio e igualmente me volvía a crecer el tumor. Tuve que hacer radioterapia. La verdad la pase bastante mal y bajé 33 kilos en un mes. No podía comer y no por estar deprimido. Los tratamientos generaron un daño en los conductos. Me moría de hambre y sed, pero pasaba algo y el dolor era mayor. Terminaba eligiendo no comer nada. Sé que es una enfermedad que la puedo controlar, pero no tiene cura. Ahora justamente mande unos estudios a la Foundation One de Roche (EE.UU.), que es un laboratorio de investigación que hace estudios genéticos moleculares para saber las mutaciones del cáncer que tengo. Según los oncólogos es un caso muy atípico", agregó.
Actualmente, el artista marcial está a la espera de esos estudios para seguir con el tratamiento. Sabe que debe convivir con recaídas y esforzarse para no bajar los brazos. “Uno cambia su manera de vivir. Me daban un año y llevo 2 años y 10 meses. No te voy a decir que a veces no traiciona la cabeza, que hay momentos de debilidad y quieres largar todo. Pero uno trata de seguir adelante. Pienso mucho, si estos son mis últimos tiempos, de qué manera los voy a vivir. En este tiempo han pasado tantas cosas lindas igual. Gente nueva que he conocido. Me separé y formé pareja con Tamara Lema, junto a sus hijos Ivo y Liz. Si me quedan diez meses, dos o lo que sea, creo que vale la pena el sacrificio. Obvio que es difícil", se sinceró.
A su vez, hizo hincapié en las disciplinas que practicó y cómo también inconscientemente lo ayudaron a sobrellevar este momento acompañado igual de muchas personas que están en su vida. "El rugby me enseñó a no bajar los brazos nunca. No sé si soy mejor ejemplo, pero si me hubiese dado por vencido quizá estaba muerto. La marcialidad me hizo ver el lado espiritual y me enseñó a nunca abandonar el campo de batalla cotidiano que es la vida. Nadie tiene la vida comprada. No puedo pronosticar de acá un año. A mí me ha pasado que me cambia la vida en una semana. Antes era una persona muy temperamental que quizás resolvió cosas de la manera no debida. Hoy trato de alejar de mi cualquier cosa que me genere dolor. Más allá que estoy solo con mi gata, que es mi compañía, tengo la suerte de tener a mis amigos, mis primos, mi hermana, mi novia con sus hijos que son como una familia para mí. Entonces no me puedo quejar para nada", afirmó.
Por último, Pablo deja un mensaje de esperanza. Un mensaje de vida, que en estos tiempos nos debe hacer replantear ciertas cosas. "Estoy tratando de estar clínicamente bien para volver a hacer las cosas que quiero hacer. Le agradezco mucho a la enfermedad. Me pongo a analizar la clase de persona que era y pienso que si no me hubiese enfermado viviría un montón de años más. Te digo de verdad, aunque me quede un año de vida, me quedo más con la persona que soy ahora a la que pude haber sido si no me enfermaba. La enfermedad me puso a prueba y opté por que me ponga los patitos en fila. Físicamente no soy el mismo tipo. Mi cuerpo está roto, pero siento que de la cabeza y el corazón soy otra persona", enfatizó.
A la vez, admitió: "no fui mal tipo, pero actitudinalmente tenía muchas cosas que eran reprochables entonces me parece que uno tiene que pensar no por qué se enfermó sino para qué. Qué voy a sacar de todo esto, por más que me quede poco tiempo. El tiempo que quede que sirva. Si uno no vive para servir, no sirve para vivir. Más allá de los bomberos en la medida que puedo siempre trato de ayudar. Antes lo hacía, pero hoy mucho más. Quiero ver de dejar algo en cada instante. Es una gran satisfacción y todo tiene otro sabor".
"Aunque uno no comprenda tiene que seguir insistiendo. Quizás ocurre un milagro. Pienso que, si hay algo de suerte, que ya he tenido, debo ganármela. No me puedo sentar y esperar un acto mágico. Trato de ganármela día a día. De levantarme y llevar una mente sana frente a todo lo que me está pasando. Hace 2 años y 10 meses no pensé que iba a llegar a este punto. No pensé que iba a formar parte de un cuartel, de volver a tocar una guinda o practicar jiu jitsu. Estoy en una etapa de recaída, pero espero pronto volver a levantar y hago todo lo posible para que así sea. No hay que abandonarse. La vida es linda y buena. Todo depende de tu percepción. Vemos el vaso lleno o vacío. En lo personal, trato de verlo lleno todos los días", sentenció.