La película de Todd Phillips se ha convertido en la obra del momento. En el Cine Coliseo de Comodoro la película también fue un boom y en los últimos días mucha gente se ha quedado sin entradas para ver este film, considerado uno de los mejores del año.

Antes de ir al cine, sabíamos ya que 'Joker' era una obra maestra, una afirmación que no paró de repetirse en las fechas previas al estreno en España y que las redes amplificaron enormemente. Estábamos ante una película que había que ver, no sólo por su popularidad virtual, sino por esa pauta extraña que se ha instalado en nuestra vida social: nos hemos acostumbrado a interpretar la realidad a partir de la ficción para masas, lo cual ha sido muy frecuente con las series, en lugar de analizar la realidad y desde ahí leer las ficciones. Por algún motivo, nos parece muy importante lo que las películas tienen que contarnos, como si la sociedad se construyera en primer lugar desde ahí. No es cierto, pero últimamente nos ha dado por pensarlo. No es que las narrativas carezcan de relevancia, pero seguramente haya otros aspectos de la vida social que tengan mucha más.

El otro aspecto que nos subraya 'Joker' es que resulta arduo ir en dirección contraria. Cuando una creencia se ha instalado (“Joker es maravillosa”, “Joaquin Phoenix merece el Oscar”, “Es una obra políticamente importante”), mantener otra posición es muy latoso, en parte porque obliga a dar explicaciones para justificar tu visión. En las redes nadie cuenta los motivos por los que 'Joker' es una obra maestra, basta con afirmarlo, pero si se mantiene lo contrario hay que explicarlo reiteradamente. Y no lo señalo tanto por la película de Todd Phillips, sino porque estas cosas suelen entrar a formar parte de la dinámica habitual de confrontación y polarización cuando no son más que opiniones diferentes sobre una obra de entretenimiento.

Dicho lo cual, y como las razones no pueden sostenerse sin contar el argumento de la película, conviene avisar que a partir de aquí no sólo habrá 'spoilers', sino que 'Joker' será completamente destripada. Si no la ha visto y tiene intención de hacerlo, mejor dejarlo aquí.

'Joker' mezcla tres historias: un melodrama sórdido, la conversión de un personaje mentalmente dañado en el malvado de la serie Batman y el nacimiento de un líder revolucionario. La primera parte circula por completo en la línea del último cine estadounidense, y parte del europeo, cuyos protagonistas suelen ser personajes disfuncionales, que han sufrido alguna clase de trauma (abandonos, pérdida de seres queridos, abusos físicos y sexuales) y cuyo destino habitualmente lleva a un lugar violento.

La primera hora y tres cuartos de 'Joker' es exactamente eso, la descripción morosa, lenta (ralentizada para dejar espacio a la interpretación de Phoenix), y con ribetes de pornografía del sufrimiento, de un hombre maduro con problemas mentales, apodado ‘Happy’, que vive con su madre, a la que cuida, y que trabaja como payaso, ya que cree que su destino es hacer reír a la gente.

En realidad, todo eso nos es descrito en la primera media hora, que se explaya en lo dibujado en el arranque del filme, cuando 'Happy', de nombre Arthur Fleck, es apalizado gratuitamente por una pandilla de adolescentes. La relación de Arthur con la sociedad se sintetiza en esa escena: se trata de una persona de buen corazón que es golpeada, despreciada, engañada o, en el mejor de los casos, malinterpretada por los demás, y en especial por los de su misma clase social. En un mundo sin piedad, a Happy le toca interpretar el papel del humillado y agredido.

Joker, el boom del Cine Coliseo