La periodista comodorense fue a ver al equipo dirigido por Néstor Gorosito y el de Hugo Ibarra por la Liga Profesional de Fútbol, sufrió en primera persona los gases lacrimógenos y las balas de goma que atacaron a los hinchas del equipo “Tripero”.

En sus redes sociales, Valencia publicó su experiencia:

“Caía la tarde en la ciudad de las diagonales y por las calles se respiraba fútbol.

Era jueves, muchos cerraban la jornada laboral, otros salían de la facu y poco a poco se iban encontrando con familiares, amigos y encaraban rumbo al bosque. No era una noche platense cualquiera, jugaba el lobo y la familia tripera lo sabía.

A metros del Estadio, ya se sentía el espíritu de cancha, los puestos de choris desde 1 y 60, la primavera, arengas en las esquinas, cánticos y alegría. Gimnasia es pueblo, y otro tanto esa mística qué solo sus hinchas pueden dimensionar y enunciar.

Jugaban de local, en un clima que se sentía de fiesta, un partido decisivo que a 9 minutos de su inicio, paraba la pelota, y arrancaba una película qué nadie vio, pero qué cientos padecimos.

Fui a la cancha sola. ¿Arriesgada? No sé. Quizás por mis años estudiantiles en La Plata, un camino que recorría de memoria y las ganas de ver un buen partido de fútbol me dieron la confianza necesaria para hacerlo, porque sabía que ver a Gimnasia era compartir un ambiente familiar, un momento popular. Vivir 'lo lindo del fulbo pibe'.

Era un festejo azul y blanco, qué derrumbaron poco a poco con impunidad. Los alrededores del Estadio Juan Carmelo Zerillo se llenaron de balas de goma y gases lacrimógenos. Así, sin más. Repito, nadie imaginaba lo que estaba por pasar. Una represión nunca antes vista en el fútbol nacional, contra su gente y en su lugar.

El primer indicio para que los hinchas fruncieran el ceño fueron los ruidos de "portonazos" que se escuchaban cada tanto. Algo no andaba bien. Se rumoreaba que gran cantidad de personas con entrada se había quedado afuera. Portones cerrados, ¡y con candado!. Hasta el momento nos retumba la gran incógnita, ¿por qué?.

Desde mi sector, miramos hacia una de las plateas y algo definitivamente estaba tornando el encuentro hacia un costado que no anticipamos. La gente se tapaba la cara, y del mismo comportamiento fueron espejo los jugadores adentro de la cancha.

Y en un abrir y cerrar de ojos, nos empezó a llorar la vista. El después a ese momento, un mismo infierno. Personas corriendo desesperadas en busca de refugio a un gas que calaba como una especie de ácido que te cerraba la garganta y te robaba hasta la última bocanada de aire de todos los presentes.

Abandonamos las tribunas y fue un gran sálvese quien pueda. Corrimos a las salidas y estaban bloqueadas. Nadie entendía el nivel de violencia que vendría después y que se estaba viviendo en paralelo unos metros afuera. Violencia vestida de negligencia, de abuelos ahogándose, de niños llorando, de padres desesperados buscando a sus hijos, asistiéndolos mientras también veían dificultades en su cuerpo. Un eterno ruido a disparos y gritos. No puedo dimensionar si fueron 10 minutos o media hora, pero fue el lapso más largo y tortuoso jamás vivido.

Impotencia, miedo, ojos que poco a poco perdían el foco. Se abrieron las puertas e inmediatamente intentamos salir, pero los balazos que llegaron segundos después nos volvieron a meter al mismo escenario hostil, de no saber hasta cuándo podríamos aguantar esa sustancia invadiéndonos el cuerpo.

No sé como, pero salimos, o sí dimensiono un poco, fue ayudándonos entre todos. Desde el cocacolero que repartió gaseosas para sortear las gargantas cerradas, el miedo al desmayo, a la inmensa incertidumbre. Nos cobijamos en las facultades lindantes, esperando que aquella guerra injusta -en avenida 60 y 118- de las fuerzas de seguridad contra una hinchada llena de tristeza no termine en una tragedia. Pero ya había ocurrido, se llamaba Lolo Regueiro, y lo perdimos todos. Su familia, los triperos, el fútbol y la alegría de ir a la cancha a ver a un gran amor en nuestro país, el más futbolero de todos.

¿Quién nos cuida de la policía? ¿Hasta dónde va a llegar el abuso de poder? ¿Cuándo podremos volver a disfrutar de un simple partido? Un 6 de octubre que no olvidaremos jamás . ¡Justicia por Lolo!

¡No fueron incidentes! Fue represión”.