Defender el deporte social, en un contexto tan desigual, es afirmar que todos puedan participar, jugar, divertirse y aprender en ambientes cuidados; es hacer que el deporte, como la educación, sea realmente un derecho individual y colectivo.

Por Piero Ronconi y Luis Bamonte / Especial PDC

Contrario a algunas visiones sobre el “deporte social” que lo conciben promoviendo un deporte “de segunda” nos referimos a todas aquellas prácticas lúdicas que tienden a la democratización en el acceso y participación en y a través del movimiento. Entendemos que algunos valores son claves en nuestro trabajo cotidiano: la inclusión, la igualdad, el compromiso, el disfrute, la justicia social, la asistencia, la cooperación, la democracia y el movimiento. Éstos y otros que contribuyan a la protección integral de los sujetos como ciudadanos que son.

Desde esta perspectiva, no cabe lugar a la famosa idea de “pirámide” en el deporte, que establece que muchos practiquen en la base para que algunos lleguen a la cima.  Este planteo no concuerda con nuestros valores y concepción pedagógica. Buscamos que todos los niños, niñas y adolescentes participen y aprendan en un espacio que es de ellos y para ellos durante el mayor tiempo posible.

En otras palabras, se quiere evitar esa “inclusión excluyente” que permite que muchos accedan (en este caso, al mundo del deporte) pero rápidamente, producto de una “selección imperante” se excluye a determinados grupos de niños, niñas o adolescentes, haciendo que se alejen. El ejemplo aclara: no podemos pensar el ingreso al deporte como si se tratara de la puerta giratoria del correo, antes -como formadores, como sociedad- debemos evitar la fuerza centrífuga que los expulsa.

Por el contrario, estamos convencidos que no se trata sólo de “ensanchar” la base para que “algunos lleguen” sino preguntarnos qué sucede con aquellos/as que ya no están (en el club, en el playón, en el programa municipal o en la escuela) o que nunca estuvieron. Es, como nos martilla a pensar un filósofo contemporáneo, entender que la democracia nos exige buscar al invisibilizado de nuestro tiempo.

En una democracia, el acceso a estos bienes necesita de planes, programas y proyectos que promuevan la participación real, es decir espacios que no solo contienen a los “invisibilizados” sino que ellos verdaderamente puedan practicar deportes, por supuesto que esto tiene implicancias no sólo educativas sino políticas. Podemos decir entonces que el deporte social cobra sentido en una sociedad democrática que piensa las desigualdades que ella misma genera, una sociedad que se pregunta por sus invisibles.

La participación es indispensable para el ejercicio pleno de los derechos, para su educación y formación como ciudadanos. No se trata solo de asistir sino de participar en el sentido más amplio y profundo del término. Implica que existan condiciones para elegir a qué y cómo jugar, para cooperar, compartir y competir con otros.

Sí, competir. No negamos la competencia deportiva, argumentamos en contra de discursos que crean perversas ilusiones y que, amparados en la lógica meritocrática de la selección (¿natural?), conviertan algo que es de todos (el deporte) en un reducto para unos pocos que juegan mientras los demás miran.  No negamos la competencia pero no podemos pensarla como la supervivencia del más fuerte, del más apto.

No queremos que un derecho se convierta en privilegio. El deporte no puede ser sólo para los hábiles, los fuertes o, visto de otra manera, para quienes pueden sortear las barreras que inventan -como dicen Galeano- los dueños de la pelota.

En definitiva, hablamos del deporte que aspira a construir un mundo más justo, un mundo donde todos -en todos los barrios- puedan efectivamente participar y disfrutar de las actividades recreativas y deportivas, lo que supone generar condiciones en función de las necesidades y demandas sociales.

No más muros y menos pirámides o, al menos que podamos ver a los invisibles...y por qué no invitarlos a jugar.

Luis Bamonte: Magíster en Educación Física y Deporte, Profesor  y Licenciado en Educación Física. Actualmente es docente e investigador en la Universidad Nacional de Hurlingham.

Piero Ronconi: Magíster en Educación Física y Deporte, Profesor de Educación Física y Técnico en Tiempo Libre y Recreación. Actualmente trabaja en el ISFD N° 810 y en ISFD N°802 así como en la Escuela N° 797 Orientación en Educación Física.

[1] El concepto de “inclusión excluyente”  es parte del planteo que realiza Ana María Ezcurra (2011) al referirse al ingreso y permanencia en la Educación Superior.

[2] Entrevista a Darío Sztajnszrajber: https://www.lacapitalmdp.com/la-democracia-tiene-que-buscar-al-invisibilizado-de-su-tiempo/